Monday, May 21, 2007

from
Manuel Obligado
5:23 am (0 minutes ago)
to
Gabriel Caldirola
date
May 21, 2007 5:23 AM
subject
mail en verso de manu a gabo




Esta noche miramos una película de Orson Welles
y comimos arroz con queso. Estaba pensando:
cierro los ojos y no pienso más
en atardeceres, amaneceres, Stendhal, el desorden o la impaciencia.
Estar enamorado, tener donde buscar la felicidad
y saber que estoy en ese lugar
es impedimento a decidir aguantarme el hambre
tres o cuatro días más.
Después del arroz miramos televisión
en la cama, con nuestros dos gatos naranjas.
Después apagamos la tele
y nos pusimos a leer un rato.
Los dos acostados, yo con un libro de Anagrama
y Mariana con otro. Ella se quedó dormida.
Yo seguí leyendo.

Todo esto, evidentemente, está muy lejos
del combate, el gusto de la sangre
que me cae por la nariz y mancha la pared.
Incluso me echaron del trabajo la semana pasada
y nada parece estar tan mal como podría.
¿Cerca de algo así como un final feliz
que dura más que todo el resto de la película?
Ahora Mariana duerme al lado mío (estoy sentado
en nuestra cama, escribiendo en un cuaderno)
y sé, claro, que dentro de cien años voy a estar completamente solo.
Y es tan lindo ser amable, simpático,
tratar bien a las personas.

A veces me entristezco y pienso
debería empezar a prepararme para la soledad,
la violencia, la lluvia de siempre. Pero ahora mi cuerpo es sacudido
inevitablemente por pensamientos lindos.
Ya no soy el mismo, aunque a la mañana,
cuando me despierto, a veces veo a todas las cosas desvanecerse
y hasta lloro, si estoy solo.

Siendo realista, mi vida actual es realmente un sonido.
Las nubes se bifurcan. Buenos Aires
se abre y permanece inmóvil durante los tres meses de otoño.
El viento arrastra grupos de nubes
en distintas direcciones. Desde lo oscuro vienen
los días como chicos con los pies rotos de tanto caminar.

Deberíamos vernos. Ayer compré un libro
que quiero mostrarte. A veces pienso en vos
y me acuerdo de cosas viejas. Entonces te extraño mucho.
Éramos tan pendejos e inmortales, ¿te acordás?
Lo pasábamos bien, leyendo en los bares,
yo siempre al borde de reventar como un sapo.
Somos dos personas distintas, pero deberíamos llevarnos bien.
Yo creo que ni te gustarían las cosas que estoy leyendo
y mejor ni hablar de la música que estoy escuchando.

Te invito a mi casa el día de la semana que elijas.
No estoy trabajando, vení a la hora que quieras.
Tampoco tengo plata, pero te prometo que la vamos a pasar bien.
Te mando un abrazo grande,
te quiere,
Manu.

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