Monday, June 25, 2007

El placer es como el nacimiento o como la muerte, nos ocurre una sola vez, pero al nacimiento lo olvidamos y a la muerte la ignoramos; el placer es ese único instante de éxtasis cuyo recuerdo o ilusión nos mantiene vivos. Nos ocurre solamente una vez. El resto de la existencia, antes y después, solamente es una reflexión sobre el tema.
Eso, y que el recital de Liliana Felipe del lunes pasado estuvo buenísimo.

Saturday, June 16, 2007

Para mí
el amor no puede ser nunca
dos que se quedan acurrucados
en un rincón
mientras la vida pasa de largo rugiendo

Para mí
el amor tiene que ser siempre
muchos que luchan hombro con hombro
-vos también, yo también-
ahí afuera en mitad de todo
en plena vida


Märta Tikkanen

Thursday, June 14, 2007

Cuando empezaba a tener miedo de que Coco Rosie deje de existir, las chicas aparecieron más gordas, faloperas y concortedepelodebiancanuevo que nunca.

Monday, June 11, 2007

Ahora está todo bien. Ayer a las 6 de la mañana nos llamó el portero de la torre de acá a la vuelta, de Cabrera, para decirnos que estaba el Lenny. Fuimos corriendo con comida y apenas nos vio nos reconoció. Fue mágico. Se había escapado por arriba de la pared del patio hace 20 días y con Mariana revolucionamos el barrio. Hicimos amigos (la mayoría amigas, la mayoría viejas) y agradecimos a diario. El gatito está flaquísimo, en los huesos, pero se va a poner bien.
La semana pasada conseguí un muy buen trabajo, en un stand de Unicenter vendiendo seguros. Mucho mejor que los anteriores. Pagan genial y no me estreso como antes. De hecho, el 90% de lo que hago es jugar al tetris y pensar en a qué amigo puedo llamar por teléfono ahora para que se pase el tiempo. Además, pagan tan bien como para ponerme a ahorrar seriamente.
Con Mari estamos bien. Estuvimos mal, ahora estamos muy bien, muy felices.
Estoy escribiendo mucho y pensando mucho. Tengo ganas de pegarle una cachetada a alguien, aunque sea en sueños. Ganas de conocer gente, de gritar, de ser el más ridículo y lindo de todos.

Sunday, June 03, 2007

Hay momentos para boxear y momentos para escribir una carta de despedida.
Aprender a distinguirlos separa a la inteligencia de la estupidez, la madurez del infantilismo, la sensatez de la mediocridad.

Saturday, June 02, 2007

Ahora tu cuerpo es sacudido por
pesadillas. Ya no sos
el mismo: el que amó
que se arriesgó.
Ya no sos el mismo, aunque
tal vez mañana todo se desvanezca
como un mal sueño y empieces
de nuevo. Tal vez
mañana empieces de nuevo.
Y el sudor, el frío,
los detectives erráticos,
sean como un sueño.
No te desanimes.
Ahora temblás, pero tal vez
mañana todo empiece de nuevo.

Dormí, solcito mío,
respirá tranquila
y con paz.
Me voy a meter en la cama
lentamente
y con cuidado
no te voy a despertar.
Voy a abrazarte
delicadamente,
a cerrar los ojos,
solcito mío.

A medida que los años pasan, las cosas crecen
y ocupan espacios más definitivos
No hay forma de escaparse de eso
El frío ahora es definitivo, el amor ahora es definitivo
Las personas y el hambre, el alcohol y la lluvia
con los años se hacen grandes y definitivos.
El tiempo y el gusto a sangre
que genera la lucha diaria,
la forma en que el mundo se desvanece
después de una mala noche.
Todo es cada vez más enorme
e importante y definitivo.
Pongamos un ejemplo: llegás del trabajo (tenés trabajo)
y encontrás en tu casa, frente a la PC
a tu único y verdadero amor
que está haciendo un trabajo para la universidad.
Todas las cosas en su posición y tiempo, claro.
Entonces te pide que le prepares un té. Pero no hay
leche (y el té sin leche le da dolor de panza)
asi que, aunque es tarde y hace frío
vas a una estación de servicio y le comprás leche.
Volvés a tu casa, hacés el té, prendés la tele
y dejás pasar las horas, con muy poco dolor
y con poco sentido. Pero ahí están todas las cosas, fijate:
El trabajo diario, el calor del hogar, la ternura,
una persona amada, alimento y buenas intenciones.
No hacen falta muchas cosas más.
Todo en su justo lugar y tiempo, todo ubicado
con toda la delicadeza del mundo en distintos lugares de tu vida.
Eso no era igual a los dieciocho años,
podés estar seguro.
Tomemos un solo ejemplo más; es invierno,
están tu novia y vos ordenando el mismo departamento.
Salen de una gripe, y por un motivo u otro
es un día de mucha tristeza.
De golpe, y por nada, empiezan a insultarse.
No hay lágrimas: hay insultos puestos donde tienen que ir.
Otra pelea, pensás, hasta que te dice
que ya no te ama, que se equivocó con vos.
Esa noche, entonces, no dormís en tu cama.
La siguiente ya estás llevando tus libros y ropa
a la casa de un amigo. Acá, en este ejemplo,
hay solamente dos elementos, pero dos elementos
que alcanzan para configurar parte de una vida humana:
el desamor y la estupidez.
Partes fundamentales de toda desgracia,
especialmente del odio.
Elementos que, cierto día en la vida de un hombre,
como todos los demás elementos
empiezan a hacerse definitivos,
grandes y más grandes: importantes.
Inmóviles.
Y así es como se constituyen
tristezas y felicidades
quietas,
con nada dinámico,
claras y con un significado claro.
Y eso, en cualquier momento de cualquier día
debería hacerte llorar.

Te voy a dar el espacio
Los materiales y la posibilidad
De fabricarte algo
Algo tan superior a lo que conocés
Tan infinitamente lindo
Que va a ocupar en tu vida
El lugar que ahora tiene tu amor propio
Y dentro de unos meses
(muchos meses, pocos meses)
Te lo voy a arrancar
A retorcer, a extirpar
Pero de una manera tan sutil
Tan delicada a través del tiempo
Que tu visión del mundo va a derretirse
Y, como la cera de una vela,
Pegarse al piso y las paredes, hacerse casi invisible.

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