Friday, December 12, 2003
Una de Olivari:
Me detuvo el espejo,
-el helado espejo de tu cámara pobre-
haciendo muecas para fingirme alegre.
Estoy siempre triste, pero, amigo,
yo te niego
el derecho a entrar en mi tristeza.
Sufro como una bestia y esta tarde y siempre,
y vengo de mis raros paseos de extramuros
con el alma achatada como las casas;
tienen
mis ojos un pavor antiguo.
Un miedo cerval a mostrarme triste,
porque la tristeza, la vera tristeza, está degenerada,
existen poetas que son tristes por el oficio,
y hay otros que lo son porque no son nada.
Yo tengo una tristeza sin vuelta de hoja,
una tristeza fundamental,
que ensucia las paredes de lo que se llama sentimiento
y se ensaya en el amor.
Mi tristeza es una muchacha con delantal,
en la tristeza definitiva del corredor
de una casa de departamentos.
Me detuvo el espejo,
-el helado espejo de tu cámara pobre-
haciendo muecas para fingirme alegre.
Estoy siempre triste, pero, amigo,
yo te niego
el derecho a entrar en mi tristeza.
Sufro como una bestia y esta tarde y siempre,
y vengo de mis raros paseos de extramuros
con el alma achatada como las casas;
tienen
mis ojos un pavor antiguo.
Un miedo cerval a mostrarme triste,
porque la tristeza, la vera tristeza, está degenerada,
existen poetas que son tristes por el oficio,
y hay otros que lo son porque no son nada.
Yo tengo una tristeza sin vuelta de hoja,
una tristeza fundamental,
que ensucia las paredes de lo que se llama sentimiento
y se ensaya en el amor.
Mi tristeza es una muchacha con delantal,
en la tristeza definitiva del corredor
de una casa de departamentos.
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