Friday, January 02, 2004

No mintamos más. Clávate en tu angustia,
no disimules tu opaco gesto,
tu tortura,
el otoño enrarecido de tu alma,
la inutilidad de tu juventud inicua,
sin sol.
El barrio es carne de tu carne,
y su misma absurda alma, ésta es tu alma.

No mientas más, ¿Para qué?, aléjate
de los círculos literarios,
y llora, hombre, llora una vez en tu vida,
cuando no te ve nadie.

Ten el pudor de tu lágrima,
y tu lágrima sea
blasfemia,
caló arrabalero,
perífrasis de artista,
cualquier cosa que disimule tu escepticismo,
tus amadas que tocan los órganos genitales,
tus veinticinco años aburridos,
tu incapacidad de dar,
de crear, de amar, de orar...

No creas en nada y no lo digas,
muestra tu cinismo como una lápida
que te soterre en vida...
Pregusta la muerte de tus chistes suicidas...

No salgas los domingos de tu cueva,
hazlo a la noche pegado a las paredes,
-ocupando el menor sitio en el mundo-
para que la vida no te descubra
y no te escupa.

No escuches la fácil polka del ensueño burgués,
ilumine tu pavés
-negra bandera del qué me importa-
un solo verso de Baudelaire.

Todo está dicho ya.
No añadas palabras inútiles a las de los periódicos.
Sé idiota o banal,
consérvate ausente de tu mal...
y no se lo digas a nadie, ni a tu mujer
-ella es chismosa
y su carne infecunda
propalará tu abulia.

Estás solo y estás en ti,
¿te ves el nauseabundo pozo de ti mismo?
¿La carroña de tus instintos locos,
de tus quimeras tuertas,
de tus siete musas estranguladas
con la cámara oscura de tu genial locura?

Ponte tu orgullo como una camisa,
-tu plebeya camisa de zephir-
odia mortalmente, odia a fondo,
con el odio untuoso de los malevos,
y el mismo odio de las prostitutas...

Haz el poema de tu animalidad,
cuida estilizar tus podredumbres,
saca brillo a tus crímenes:
hay fiesta en la ciudad
de mis años muertos...
¡ah, los gusanos tuertos
que buscan mis ojos en la oscuridad...!

Ciudadano, ciudadano,
y con veinte siglos de literatura en el pecho,
disimula... disimula...
y odia... odia... ¡ah!, ¡la hora del odio!
odia, odia, ¡ah! ¡la espera del odio!
odia... odia, ¡ah! la voluptuosidad del calembour,
tendida en flecha hacia el que odias...
el epigrama, el epitafio, la sorna,
la bella calumnia infame que acogota
la sublime basura humana...
y luego tu tos...
siempre tu tos...

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