Saturday, January 17, 2004

Otra demostración de que la realidad supera a la ficción


Diario Clarin:

Una mujer fue decapitada por el avión fumigador que piloteaba su esposo, cuando el hombre descendió vuelo para saludarla y la golpeó con una rueda del tren de aterrizaje mientras ella conducía un automóvil. Una amiga que la acompañaba salvó su vida y sólo recibió algunos golpes.

El accidente ocurrió entre las localidades de San Gregorio y Christophersen, 250 kilómetros al sudoeste de Rosario a las 15.45 del jueves, cuando Walter Cecchini, de 35 años, fumigaba un campo con su avión Cessna 300 matrícula LV-LBN.

(...)

Aparentemente, el Cessna encontró un pozo de aire que le impidió levantar vuelo suficiente. Por eso, la rueda izquierda que se desprendió —rompió el parabrisas y destrozó el techo y la luneta—, mató a la mujer al destrozarle la cabeza de un golpe que le provocó pérdida de gran parte de la masa encefálica.

(...)

El piloto no advirtió la magnitud del accidente. Y al ver que había perdido una rueda, comenzó a dar vueltas en el aire para descargar combustible y aterrizar de emergencia en la pista de pasto de la empresa de fumigación. En la maniobra quebró la punta de un ala.

Apenas descendió de la avioneta, Cecchini llamó por teléfono al hospital para preguntar si alguna de las mujeres había resultado herida. Fue en ese momento en el que recibió la noticia de la muerte de su esposa.

Gustavo Orozco, amigo de la infancia de Cecchini, en diálogo con Clarín recordó: "Después de su casamiento, Walter empezó a realizar cursos de piloto civil hasta que logró convertirse en piloto fumigador. Siempre fue muy cuidadoso y nunca tuvo un accidente. No sé qué quiso hacer, porque en realidad puso en peligro su propia vida. Lo tomo como una imprudencia", expresó.

El amigo de la familia agregó: "Pensar que tenían de todo. Son ricos sin hacer ostentaciones. Tenían varios vehículos. La mujer —se recibió de odontóloga en Rosario y luego se instaló en San Gregorio—, había heredado de su padre unas 200 hectáreas de campo, que también explotaban".

Orozco confesó que los Cecchini eran hijos de San Gregorio, un pueblo de 5.000 habitantes que los vio crecer, y que ayer estaba consternado. "Esta es una desgracia —agregó—. Con Walter fuimos compañeros de escuela. Vivía haciendo chistes".


Después de estas noticias en los diarios, ¿Quién se anima a escribir un cuento?

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