Friday, January 30, 2004

Poema creacionista asquerosamente pretencioso, a Huidobro

El cielo va a esperar mientras haya huesos desconocidos del lado de adentro,
bolsas de carne esperando ser desenterradas
de un tirón,
una mujer asfixiada entre mis piernas
con los párpados más anchos que mi cuerpo
y los párpados de una seda suave como desnudarse.
Los árboles dejarán de crecer al contemplar mi cintura
estrecha como el universo
y la luna va a saber que el humano puede nadar en el río
y el humano va a saber que la luna no hace más que deshacerse en el río.

Las llamas son el sombrero
de una moneda que a diario cae
atando día con noche y noche
conmigo como se atan dos párpados.

Antes del golpe del caleidoscopio
en que todo deja de ser algo que será
y se acongoja, y se amasa,
y amasa las burbujas de la orilla
una orgía de sombras va a señalar la dalia única,
la dalia que la tragedia del pecho quebrado
puede estudiar sin pena.

Cultivamos juntos cabezas que silban,
que silban bajo la lluvia una canción que no fue
y que se desinflan mientras silban.

El fin de la escalera me esquiva
y un ramo de lenguas acariciadoras no molesta.

Y que sonría, que ella sonría y no termine su sonrisa
porque cuando su sonrisa termina el universo amaga con acabarse
y me asusto.

Esa noche la luna estaba al revés
y las cosechas de edificios te mareaban.
Muy de a poco se fue disolviendo la cárcel
detrás de mi oído
y te pedí que digas mi nombre
pero mirabas el cielo,
solo el cielo.

Asi que mordí tu lengua
y la tragué
y dije mi nombre
solo mi nombre.

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