Monday, February 02, 2004

Nadie confunda con lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

Esta primera estrofa del Poema de los dones justifica el resto de la obra poética de Borges.
Acordemos en algo: Lo admiro terriblemente. Me parece fantástico.
Pero no me mueve un pelo. Le falta sangre, le falta arder mucho para ser un poeta. Está a mitad de camino entre pensador y escritor de versos. Como narrador es insuperable, perfecto, pero me aburre. Me da la impresión de ser un paracaídista que siempre lleva repuestos y, por las dudas, pone algo abajo para no matarse si los tres repuestos no funcionan. Huidobro es un paracaídista que baja cantando, lairili larí lairí. A mí me gustan los paracaídistas que bajan en llamas, o mejor aún, los que olvidaron arriba su paracaídas. Como Leopoldo María Panero, que olvido hace tiempo que debía cargar con uno antes de saltar.
Borges es perfecto. Y el arte no tiene que ser perfecto.

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