Monday, February 16, 2004

Parafraseando a Spinoza, nadie sabe lo que puede la locura. No es que te quiera coger; quiero entrar por cada hueco de tu cuerpo. No es, tampoco, que no te quiera coger. Te odio, vos amame. Somos una cosa que será. Somos una cosa que nunca es, pero que debiera ser. Somos una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser. Huí del sublime externo, si no querés morir aplastada por el viento. Miro tus manos, solo tus manos, y son transparentes como focos de luz, veo los filamentos por donde corre la sangre intacta, miro tu aureola. Tengo tanta necesidad de ternura, acariciame la nuca, dejame besarte el vientre. Te amo, vos odiame. Me das la certeza de que el univerzo es infinito, de que eso existe y de que existe lo que escapa a mi percepción, lo impecable y completamente limpio, lo perfecto. No cerca mío ni a mi alcance, pero sí cerca tuyo. Y también el miedo de todo, el miedo de todo me detiene, el miedo a los papeles en mi habitación, a escribir otro poema, a decir alguna palabra elegida al azar entre varias, me detiene. Ayer miré televisión, hoy fue adelante del espejo, mañana quién sabe. Y es en esos momentos cuando dejo de ser un hombre para ser otro número en tu agenda, una equis en la ecuación, un adjetivo elegido al azar. Te quiero, vos amame. Te quiero como un nene quiere a un juguete atrás de una vidriera, te señalo con el dedo y digo "quero, quero", pero la indignación es igual de fuerte. Yo sé que te hago sufrir, pero yo sufro más, creeme. Mejor que estés, a veces. Otras es mejor que no estés. No te conviene estar. No me toques el timbre con tus celos y reclamos porque estoy. Decís que por J. no sentiste nada cuando lo llamaste para preguntarle por el exámen que no dio, ahora no tenés excusas. Y yo, bueno, nunca supe cómo hacerme querer, pero creo que, dentro de todo, estoy bastante bien, por ahora. ¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después. ¿Hormigas, abejas, cifras equivocadas en la gran sopa podrida del azar? Somos seres humanos, darling, casi pájaros, héroes públicos y secretos. Y vas a ver que eyaculás cuando te pase aquel frío por entre tus dos piernas, los ensueños del sexo, los misterios del semen, y será tu lápida mi primer lecho. Y yo con mi jauría atroz de recuerdos y vos con la tuya, y yo con mi experiencia límite, la de aquel que ha cruzado ya el límite, de aquel que no notó haber destrozado el límite, el acróbata que destrozó la red. Y así, hasta llegar a la muerte de verdad, como perfecta experiencia límite, apretar un botón más en la vida, pero esta vez con un caño rozando la campanilla de la garganta. Y, siendo Jesucristo, o tal vez sólo un loco, resucitar y ser un resucitado, y volver de la nada sin nada de abrigo. Te amo, vos quereme. ¿Viste? Otra vez voy y vengo. Es la puta histeria que me parió. Olvidate de mi cumpleaños. Llamame en navidad, Leticia.

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