Friday, February 27, 2004
¿Qué hacés si me muevo? ¿Qué harás si me muevo, si me acerco? ¿Te alejás, levantás las manos hasta cubrirte los ojos para no verme, abrís la boca para gritar, gritás? ¿Me tenés miedo? No te voy a hacer nada. Voy a adelantar un pie, después el otro, lentamente, ésa será mi forma de acercarme, sin brusquedad, hasta al lado tuyo. Te lo dije muchas veces. ¿Porqué, entonces, te alejás apenas muevo un pie? ¿Porqué, además, te brillan los ojos cuando digo que me voy a mover, que me voy a acercar? ¿Porqué antes de que haga el más mínimo gesto te brillan los ojos y empezás a levantar las manos como si quisieras protegerte? No tengas miedo, ¿Te das cuenta? La distancia que nos separa se achica y todo sigue igual, no va a pasar nada. Quedate quieta. Son segundos, por favor. No, no te eches hacia atrás. Es como si te prepararas a dar un salto. No lo hagas, no te muevas, estoy quieto, ¿Ves? no me acerco, estamos bastante cerca, te podría tocar si quisiera, tomar tu brazo e imposibilitarte la huída, pero no, permanezco inmóvil, ¿Entendés? No quiero lastimarte, bajá las manos. Bajalas. Ahora acercate. Cómo te brillan los ojos. ¿No tenés más miedo? Sí tenés. No tiembles. Te acercás, te estás acercando. No tengas miedo. Acariciame. ¿Viste? Quería esto nada más, no era tan grave, mujer. Ahora, mirá. Me acariciás, me acariciás. Qué lindo... qué lindo. Me acariciás y las palabras se deforman, y las líneas se deforman. Como a través de un oscuro cristal húmedo y flexible, solamente el dolor de la garganta, los dedos que se cierran, el aire se corta, se corta la parte de la pared que llamo suelo. Qué lindo... qué lindo.
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