Monday, June 28, 2004
Y Gabriela fue al médico. Me acarició
el pelo antes de decir que iría.
Un museo de posibilidades,
vitrinas vacías, amor caro
posiciones sexuales incómodas
y un brillo inesperado en cada ojo.
Contaba la historia
comentando que se trata de la historia
de un crimen atroz. Sonreía
casi nunca y le gustaba reírse de eso.
Pura histeria y nada de método,
el hueso
de la mandíbula donde se centraba
parte de su encanto podía desencajarse.
Me miraba con lástima, volvía
a acariciar mi pelo pidiéndome
que vaya a la peluquería como condición.
Le gustaba reírse a la mañana
de mis sueños y pesadillas. sos
un poeta triste me decía con su mano
bajando de mi cabeza, un soñador
más. Yo, dándole la razón, bajaba la cabeza
y pensaba en cómo convencerla de que la quiero
más que a mi novia anterior.
Claro que eso, como todo,
o todo lo que le decía, no fue verdad.
De nuevo ella tuvo razón.
Teníamos mucho en común.
Una afición por las historias de amor
y las colecciones ajenas. Como amante
siempre fui un guerrero que sabe
que no hay posibilidades de salir vivo
en esta batalla. Pero mi naturaleza
es inquebrantable, a pesar mío,
en ella me voy a quedar.
Como cera que se ablanda
una rima brota de la memoria
y calla. Habitaciones y enemigos gratuitos
detrás de la esquina
un soldado, sus botas.
El sonido de una espada desenvainada
puede ser la verdad. A esta hora
la única. Las gotas golpean
como martillos a mi ventana
pero no llueve ni va a llover. Un soldado,
sus botas. No puedo esperar. Un montón de libros
como insectos con las aladas arrancadas,
el mismo zumbar,
un peligro cercano,
lo femenino.
el pelo antes de decir que iría.
Un museo de posibilidades,
vitrinas vacías, amor caro
posiciones sexuales incómodas
y un brillo inesperado en cada ojo.
Contaba la historia
comentando que se trata de la historia
de un crimen atroz. Sonreía
casi nunca y le gustaba reírse de eso.
Pura histeria y nada de método,
el hueso
de la mandíbula donde se centraba
parte de su encanto podía desencajarse.
Me miraba con lástima, volvía
a acariciar mi pelo pidiéndome
que vaya a la peluquería como condición.
Le gustaba reírse a la mañana
de mis sueños y pesadillas. sos
un poeta triste me decía con su mano
bajando de mi cabeza, un soñador
más. Yo, dándole la razón, bajaba la cabeza
y pensaba en cómo convencerla de que la quiero
más que a mi novia anterior.
Claro que eso, como todo,
o todo lo que le decía, no fue verdad.
De nuevo ella tuvo razón.
Teníamos mucho en común.
Una afición por las historias de amor
y las colecciones ajenas. Como amante
siempre fui un guerrero que sabe
que no hay posibilidades de salir vivo
en esta batalla. Pero mi naturaleza
es inquebrantable, a pesar mío,
en ella me voy a quedar.
Como cera que se ablanda
una rima brota de la memoria
y calla. Habitaciones y enemigos gratuitos
detrás de la esquina
un soldado, sus botas.
El sonido de una espada desenvainada
puede ser la verdad. A esta hora
la única. Las gotas golpean
como martillos a mi ventana
pero no llueve ni va a llover. Un soldado,
sus botas. No puedo esperar. Un montón de libros
como insectos con las aladas arrancadas,
el mismo zumbar,
un peligro cercano,
lo femenino.
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