Thursday, July 08, 2004

Soñé que estaba con una persona conocida o desconocida jugando al fútbol. Éramos nosotros dos y un arco. Primero yo le echaba centros perfectos, con efecto brusco hacia el arco, con borde interno desde su izquierda, para que se tire de palomita o cabecee sin esfuerzo. Después él me tiraba centros y yo los preferís a la altura del pie, de la media vuelta, la volea. Él me retaba porque decía que a esa altura, a la pelota, siempre la iban a interceptar los defensores. Pero no había defensores y a mí él me parecía un pelotudo. Le pedí que me tire los centros como le pedía y se calle. Pero de golpe todo se transformó en una guerra. Nosotros dos, futbolistas y poetas latinoamericanos, salvajes latinoamericanos, contra un yugoslavo y un croata. O por ahí alguien de Ucrania también. A él lo atrapaban. Lo tenían encerrado y lo torturaban. Yo tenía que rescatarlo. De golpe él se transformaba en mujer y yo la amaba. Yo tenía que rescatarla. Tenía que llegar a su base sin que lo supieran. Tenían un barco-tren y había una sola forma de hacerlo: por abajo del agua, agarrándome de las vías, y escondiéndome cada vez que el barco-tren pasara. Conseguía, con mucho asco, llegar. Llegaba y sabía que la única forma de matarlos era con un arma especial pegándoles en un lugar preciso del cuerpo. Veía una rama caliente con un cartel: "arma mortal". La agarraba y ellos me tenían miedo. Los perseguía, era un hombre y una mujer, me tenían miedo y yo los perseguía, latinoamericano salvaje contra los europeos que una vez que se vieron vencidos me tenían miedo. No supe dónde pegarles, pero se escaparon.
Me desperté y me volví a dormir.
Soñé que dormía y tenía una rosa amarilla entre los labios.
Me desperté.
Busqué la rosa por todo el departamento. Pero si no estaba en mis labios, no iba a estar en ningún lado.

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