Tuesday, May 03, 2005

El verso alejandrino está compuesto por dos emistiquios heptasílabos separados por una pausa, o sea, no permite la sinalefa uniendo los hemistiquios y hace equivalentes los finales oxítonos, paroxítonos y proparoxítonos. Igual en general está bueno evitar las palabras proparoxítonas en el primer emistiquio. El hemistiquio puede acabar en medio de una palabra o en monosílabo átono, en ambos casos se cuenta como oxítono y se agrega una sílaba. La clase más común de alejandrinos es el dactílico, o anapéstico, acentuado en la tercera y séptima de cada emistiquio. El anapéstico se convierte en dactílico cuando entran en anacrucis las dos primeras sílabas átonas. Es de orígen francés (y no griego), y su nombre, aunque vulgarmente se supone que proviene de Alejandro Magno, es una derivación de Roman d´Alexandre, un poema de Lambert de le Tors y Alexandre de Berney, siglo XII, muy importante para la poesía de la edad media. En nuestra métrica es el verso más utilizado por el Mester de Clerecía, en los siglos XIII y XIV. Luego pasó al olvido y los resucitaron los románticos y, sobre todo, los modernistas.
Está lleno de estrofas compuestas de alejandrinos: pareados, sonetos, tercetos (Ruptura tardía de Amado Nervo), cuartetos monorrimos, quintetos, sextetos, hasta alternando alejandrinos con eneasílabos como Rubén Darío en "Responso a Verlaine" (en realidad hay muchos experimentos modernistas de este tipo, pero Darío es Darío). Igual el mejor y más común sigue siendo el dactílico.
En fin, todo esto para que me aprecien al decirlo:

Lo que a mí mas me duele es no tener ocho pijas.

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