Saturday, March 25, 2006
From: Manuel Obligado
Mailed-By: gmail.com
To: xxxxxxxxx
Date: Mar 24, 2006 9:25 PM
Subject: Re: Invisible
Estuve todo el día pensando en cierta época, y después me llegó tu mail, y no pude dejar de emparentar una anécdota que me encantaba en esa época con las últimas discusiones que tuvimos.
Joyce, que después de Kafka es el mejor escritor del siglo XX, era un hombre que vivía y escribía escuchando a las mujeres. Es curioso que el escritor del Ulises no tuviera ningún miedo de escuchar a las sirenas.
Mientras escribía el Ulises escuchaba mucho a Nora Bernacle, una mujer excepcional con una historia excepcional que no viene al caso (te contaré en otro momento), de cuyas cartas tomó buena parte del monólogo final de la novela. Pero en una de sus últimas etapas, mientras escribía el Finnegans Wake, a quien escuchaba era a Lucía Joyce, su hija, que murió psicótica en una clínica suiza en 1962.
En el momento de Finnegans Wake Lucía era una chica irlandesa muy linda de 13 años que estaba completamente loca. Tenía, por supuesto, educación especial, y una de las pocas cosas que hacía era escribir. Escribía, parece, muchísimo, cuadernos y cuadernos garabateados sin un solo dibujo (lo que hubiera sido natural): páginas totalmente cubiertas de palabras.
A Joyce le recomendaron llevarla a atender por Jung.
Jung había escrito un ensayo muy importante sobre el Ulises, asi que sabía quien era Joyce, y para él fue un honor recibir a su hija. Dicen que Joyce, antes de llevarle a Lucía, le llevó varios de sus cuadernos. Se los mostró a Jung y le dijo "mi hija no deja de escribir, y escribe lo mismo que yo". Justamente Joyce estaba dedicado al Finnegans Wake, que es un libro totalmente psicótico, donde cada palabra no está dirigida a ningún lugar más que a la dispersión. Entonces lo miró a Jung abajo de los ojos (Joyce no era un hombre que mirara a los ojos) y le dijo "mi hija, Lucía, de trece años, psicótica, no hace otra cosa que escribir, y escribe lo mismo que escribo yo". A lo que Jung respondió, después de leer los cuadernos: "Sí, escribe lo mismo que usted, pero donde usted nada, ella se ahoga".
Esta me parece la mejor definición que leí sobre un artista y su relación con el sufrimiento y la diferencia entre un escritor y otra cosa que no es un escritor.
Mailed-By: gmail.com
To: xxxxxxxxx
Date: Mar 24, 2006 9:25 PM
Subject: Re: Invisible
Estuve todo el día pensando en cierta época, y después me llegó tu mail, y no pude dejar de emparentar una anécdota que me encantaba en esa época con las últimas discusiones que tuvimos.
Joyce, que después de Kafka es el mejor escritor del siglo XX, era un hombre que vivía y escribía escuchando a las mujeres. Es curioso que el escritor del Ulises no tuviera ningún miedo de escuchar a las sirenas.
Mientras escribía el Ulises escuchaba mucho a Nora Bernacle, una mujer excepcional con una historia excepcional que no viene al caso (te contaré en otro momento), de cuyas cartas tomó buena parte del monólogo final de la novela. Pero en una de sus últimas etapas, mientras escribía el Finnegans Wake, a quien escuchaba era a Lucía Joyce, su hija, que murió psicótica en una clínica suiza en 1962.
En el momento de Finnegans Wake Lucía era una chica irlandesa muy linda de 13 años que estaba completamente loca. Tenía, por supuesto, educación especial, y una de las pocas cosas que hacía era escribir. Escribía, parece, muchísimo, cuadernos y cuadernos garabateados sin un solo dibujo (lo que hubiera sido natural): páginas totalmente cubiertas de palabras.
A Joyce le recomendaron llevarla a atender por Jung.
Jung había escrito un ensayo muy importante sobre el Ulises, asi que sabía quien era Joyce, y para él fue un honor recibir a su hija. Dicen que Joyce, antes de llevarle a Lucía, le llevó varios de sus cuadernos. Se los mostró a Jung y le dijo "mi hija no deja de escribir, y escribe lo mismo que yo". Justamente Joyce estaba dedicado al Finnegans Wake, que es un libro totalmente psicótico, donde cada palabra no está dirigida a ningún lugar más que a la dispersión. Entonces lo miró a Jung abajo de los ojos (Joyce no era un hombre que mirara a los ojos) y le dijo "mi hija, Lucía, de trece años, psicótica, no hace otra cosa que escribir, y escribe lo mismo que escribo yo". A lo que Jung respondió, después de leer los cuadernos: "Sí, escribe lo mismo que usted, pero donde usted nada, ella se ahoga".
Esta me parece la mejor definición que leí sobre un artista y su relación con el sufrimiento y la diferencia entre un escritor y otra cosa que no es un escritor.
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