Sunday, April 02, 2006

La Resaca es uno de los conceptos contemporáneos más profundos y con mayor amplitud de significados y matices.

Estuve enfermo tres días, pero como podía faltar al trabajo no quise hacer reposo, hasta que caí. Cuando recobré la conciencia me di cuenta de que tenía $4 para los próximos 5 días, un departamento viniéndose abajo, la heladera ridiculamente vacía (un paquete de maní (!!!) es lo único que tiene adentro). El piso no se ve. Empiezan a aparecer cucarachas (nunca en mi vida tuve cucarachas en un departamento mío). Abro los ojos, prendo la luz. Me duele la espalda porque me quedé dormido arriba de una pila de libros. Durante las primeras dos horas leo a Boris Vian, a Thomas Mann, a Copi y a Bukowski. Tengo que apagar la luz porque me duele la cabeza. Me cuesta creer que tengo este estado de debilidad sin haberme emborrachado ni nada de eso en las últimas semanas, pienso en lo ridículo que es pensar en causas y efectos. Tomo mis vitaminas, que no me sirven para nada. Me atiborro de aspirinas. Casi arrastrándome, consigo vestirme y salir. Compro leche y bananas para hacerme licuado. Intento llamar a 5 o 6 amigos para ver si alguno me invita a tomar una cerveza o me presta cinco mangos. Nadie en casa.
Vuelvo a mi departamento, busco el abrelatas para comerme una jardinera o una lata de lentejas, pero en este caos es imposible que mi diminuto abrelatas aparezca. Miro la pila de platos, cubiertos y demás que apilé en el lavadero para que no haga espacio en la cocina. Intento removerlos: el olor es una trompada en el medio de la cara. El dolor de cabeza es cada vez mayor, intento prender unas velas porque la luz eléctrica me hace mierda, pero tengo tan mal pulso que me quemo, las velas se me caen, la cera se me chorrea en las manos y los pies descalzos (procuro mantenerme desnudo el mayor tiempo posible). Caigo arriba de la pila de libros que hay arriba de mi cama. Agarro tres libros de Stendhal: el mismo bálsamo de siempre, la tranquilidad, la cuerda para el ahogado. La musiquita que hay atrás de cada palabra se Stendhal me hace revolcarme de placer esté en la situación que esté. Los ojos se me van cerrando de a poco. Sé que no me voy a dormir: dormí ya varios días seguidos y estoy lejos del sueño. Pero los ojos se me van cerrando de a poco. Veo el cuadrito que se acomoda arriba mío: Malena canta el tango como ninguna. Abajo de ese cuadrito todavía me pajeo pensando en A. Suena el celular y lo agarro, dudo, me lo apoyo en la oreja y lo prendo. Alguien me habla. Le corto. Intento levantarne, caminar hasta el equipo de música, pongo Damaged, de Black Flag, me lavo los dientes y me doy una ducha, saco la música y miro por la ventana durante un rato largo. Miro a las personas de los edificios con las luces prendidas. Hay familias y personas solas. Algunos comen. Pasa el rato y no puedo concentrarme en un pensamiento durante más de dos minutos. Las horas pasan. Miro los autos de avenida córdoba, la gente que discute en la vereda, las luces que se prenden, se apagan, las ventanas que se cierran.

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