Tuesday, May 09, 2006

Últimamente estuve pensando en el color blanco. El color blanco aparece en nueve poemas de Emily Dickinson, los nueve extraordinarios, pero el que más me gusta es el Poema 761, escrito en 1863, cuando ella tenía 32 años:

De Blanco a Blanco -
un camino sin hilo
pisé con pies mecánicos -
parar - perecer - o avanzar -
del mismo modo indiferentes -

Si ganaba el final
más allá finaliza
incierto desvelado -
cerré los ojos - y avancé a tientas
era más claro - estar Ciego -


Condensar tanto en cuarenta y una palabras y diez versos es algo que no parece posible. Esta miniatura me hizo recorrer el camino que va desde Teseo, arquetipo del héroe ingrato, que abandona a la mujer que le da el hilo del laberinto, hasta Milton, que domina el uso que hacen los poetas varones de la metáfora del espacio en blanco universal que la naturaleza presentaba a su ceguera. No hay ninguna Ariadna que le dé a Dickinson el camino para encontrar la salida, aun cuando ella sospecha cuales son sus miedos, presumiblemente su propia pesadilla del Minotauro, un emblema de la fuerza masculina, incluso de la sexualidad masculina. El miedo provoca la indiferencia del desamparo, la necesidad de pisar con pies mecánicos a medida que uno va sin hilo de blanco a blanco. La madriguera de Kafka queda profetizada y uno piensa en Celan y en su fascinación por Dickinson y en las traducciones que Celan hizo de ella. Todo esto está contenido en veinte palabras, en una estrofita, y todavía hay mucho más, porque ¿cómo carajo confinar las reverberaciones que vemos en "De Blanco a Blanco"? La ruina o el espacio en blanco que vemos en la naturaleza está ya en nuestro ojo, y lo dijo Emerson, que era ciego y no veía a la naturaleza. Seguro estaba hablando de la oda de Coleridge "Desaliento", donde el protagonista mira "con un ojo en blanco", otra alusión, como sabían Coleridge y Emerson, al lamento de Milton por su ceguera. "Estar ciego" por haber elegido asi a renunciar a ver el blanco, que en Dickinson (y en los demás) es una imagen de la crisis poética. Los blancos de Stevens están más cerca de los de Dickinson que los de Milton o Coleridge, y en Stevens no son nunca otra cosa que la imagen de la crisis poética. Si volvemos a la primera estrofa del poema, el verbo que la rige está en pasado: "pisé". ¿Dónde, entonces, está ella, dónde está Dickinson ahora?, me pregunto y espero que me respondan en la segunda estrofa, pero al analizarla estoy en un callejón sin salida, no hay respuesta a mi pregunta: "Si ganaba el final / más allá finaliza / incierto desvelado -". Es durísimo escribir y pensar eso, y se me hace durísimo cada vez que lo leo. El movimiento desde "ganado" hasta el presente de "finaliza" apunta a que ella ganó un final, un final que sigue terminando más allá de una revelación que sigue incierta. \nLo que más se me resiste es ese trascendental "más allá", que le da un valor distinto a ese "final" condicional y nos hace volver al juego de palabras entre "final" y "finaliza". Un final que finaliza más allá de lo que sea ya no es un final, y nos prepara para el decididísimo acto del poema (que contrasta con los pies mecánicos que pisan): "cerré los ojos". Salís de la ruina o del laberinto cuando dejás de mirar el blanco, pero tu ganancia está equivocada: "y avancé a tiendas / Era más claro". ¿Debería leerlo como "y avancé a tiendas como si fuera más claro"? Creo que sí. Pero nada más que a expensas de una espantosa ironía, que se extiende hacia la frase final entre guiones: "estar Ciego". ¿Es más claro estar Ciego? En esta metáfora, que me aterroriza, el lamento de Milton pierde su pathos heroico, el pathos sobre el que Coleridge, Wordsworth y Emerson (y cualquier poeta hombre que quieras lo hubiera hecho igual) basaron cada uno su tropos del espacio en blanco. El respirar, el sentir, el latir femenino se está burlando del masculino, se está burlando de todos nosotros. Todos los poemas de búsqueda de Dickinson tienen aspectos kafkianos, borgeanos, laberínticos: son viajes a ninguna parte, un poco como el caminar por la playa de Stevens en Las auroras del otoño, y como los poemas del Whitman de Deriva (sé que no leíste muchas o ninguna de estas cosas, las menciono como ejemplos al azar, uno puede tomar a cualquier poeta hombre que exista que haya escrito sobre el tema y va a encontrar exactamente lo mismo). Que este poema vacía de contenido y deja en ridículo una cierta tradición del pathos heroico del poeta masculino me parece evidente. Su espacio en blanco es Milton, y es Emerson, en un significado muy shakesperiano del blanco: el espacio en blanco en el centro de una diana, "el verdadero blanco de tu ojo". Esa diana puede haberle sugerido a Dickinson -que carece de hilo- el hilo de Teseo y Ariadna, pero la malintencionada oportunidad de asociar al Teseo clásico (no al shakespiriano) con el Milton patriarcal era demasiado buena para Emily como para dejarla escapar. El poema es un movimiento de liana a liana y es una amenaza.

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