Friday, June 02, 2006
para que no se quejen de que desaparezco, dejo una entrevista a bolaño que está buena.
—¿Tiene algún sentido el éxito que tanto buscan algunos escritores o que simplemente les llega a otros, si pensamos que grandes autores, como Lautréamont, incluso han rehuido el reconocimiento social?
—Eso de que Lautréamont rehuyó el reconocimiento social es muy relativo. Si lo hubiese rehuido no habría publicado nada, y una de las pocas cosas que se sabe de él son los problemas que tuvo para imprimir los Cantos de Maldoror. Su segundo libro, inconcluso, las Poesías, no hace más que reforzar esta impresión. Toda escritura, de alguna manera, es un acto social. Eso no quiere decir que el escritor, en el momento de escribir, piense en los lectores. Pero no hay que olvidar que, mientras uno escribe, al mismo tiempo lee. No hay que olvidar que el escritor (hablo del buen escritor, por supuesto) es su primer lector. Tampoco, que un acto social es, por decirlo de alguna manera, un fenómeno complejo y diverso, en donde cabe desde una comida de caníbales hasta una recepción presidencial. Un acto social puede transformarse, sin ningún problema, en un atentado o en un velorio.
—¿Qué tan importante y determinante es la experiencia en el momento de crear?
—La única experiencia necesaria para escribir es la experiencia del fenómeno estético. Pero no me refiero a una cierta educación más o menos correcta, sino a un compromiso o, mejor dicho, a una apuesta, en donde el artista pone sobre la mesa su vida, sabiendo de antemano, además, que va a salir derrotado. Esto último es importante: saber que vas a perder.
—¿Cuál es tu relación con expresiones artísticas e intelectuales que pontifican desde sus escritorios y que tienen una actitud “aburguesada” ante sus vidas y obras?
—Bueno, se suele hablar muy mal de la llamada vida aburguesada.
Yo nunca he tenido una vida así, pero me encantaría tenerla o haberla tenido. Lo que entendemos por vida aburguesada es precisamente a lo que debe tender cualquier revolución futura. Una vida aburguesada para todos. Es decir, una vida tolerante, abierta a cualquier corriente cultural, laica, firmemente anclada en los principios de la Ilustración.
Por lo que respecta a las peroratas desde los escritorios, es una costumbre de los seres humanos que no creo que vaya a cambiar en los próximos doscientos años.
—¿Quién eres tú, Bolaño?
—De Bolaño se ha dicho tanto como se ha escrito. Que cultiva el género negro, que es heredero del boom, que es exitoso, que es el mejor exponente de la narrativa latinoamericana de su generación, que es polémico por su ácida crítica a los escritores chilenos, sobre todo a Luis Sepúlveda y Hernán Rivera Letelier.
—¿No te aburre tanta adjetivación, tanta rotulación, para referirse a tu vida y tu obra? ¿Quién es Roberto Bolaño, según Roberto Bolaño?
—Ni lo sé ni me preocupa. No sé quién soy, pero sé lo que hago y, sobre todo, sé lo que no hago ni haré jamás.
—Al leerte, a uno le da la impresión de que tu visión política está bastante lejos de ser una postura militante, pero que no por ello no es comprometida. ¿Crees que es un deber de los escritores pronunciarse explícitamente ante hechos contingentes?
—El único deber de los escritores es escribir bien y, si puede ser, algo mejor que bien; intentar la excelencia. Después, como individuos, que hagan lo que quieran; a mí eso me importa poco. Que sean coleccionistas de latas de cerveza o aficionados al fútbol, perritos falderos de la primera dama o heroinómanos.
—¿A quiénes estás leyendo con mayor atención en estos días?
—Leo varias cosas a la vez, algunas por mi trabajo, otras únicamente por placer. Entre las primeras: libros de criminología, en especial uno sobre las formas de baremar el daño corporal, especial para los detectives de las compañías de seguros. Entre los segundos: a Flavio Josefo, que siempre es brillante, y la relectura de la Historia de Roma, de Tito Livio, que es más que brillante.
—Es difícil encontrar estructuras narrativas novedosas o temáticas distintas a las habituales. ¿Es posible pensar que la literatura está agotada?
—Los temas siempre son los mismos, desde la Biblia y desde Homero.
Según Borges, no son más de cinco. En las estructuras, por el contrario, las variantes son infinitas. Podemos construir obras de mil maneras diferentes y aun así estaríamos sólo en el principio. Por descontado, no creo que la literatura esté agotada. Eso no va a suceder jamás, al menos mientras los seres humanos puedan hablar. La literatura se alimenta de la oralidad, del habla de la tribu, de la jerga de la tribu. Las voces entrecruzadas y superpuestas que se pueden oír en un autobús, por ejemplo, probablemente contengan más energía que la mayor parte de los poemas que hoy se escriben en Santiago.
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