Friday, February 23, 2007

Después de haber olido el perfume dulzón de la muerte ,
después de tantos cuerpos y pasiones y sueños,
miro ahora, arriba de la mesa, un vaso vacío,
unos libros, papeles en desorden, fotografías viejas,
la luz del atardecer, apagándose en la ventana.
Como en un bodegón de Zurbarán
—la naturaleza muerta, la naturaleza muerta—,
me dejo vivir ya sin preguntas,
mientras el humo en la cocina dibuja
todos mis rostros: el que fui, el que soy,
el que seré, en el frágil y caprichoso tiempo.

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