Saturday, October 29, 2005
la vida no vale nada
Wednesday, October 26, 2005
Quiero
Slow and easy, in a bed made for two.
Slow and easy, in a bed made for two.
Tuesday, October 25, 2005
Uno cree que sobre ciertos temas no va a poder volver a sorprenderse, pero de golpe abre Clarin y le quedan los huevos en la garganta.
Monday, October 24, 2005
Llueve.
Afuera, por lo menos.
Afuera, por lo menos.
Sunday, October 23, 2005
Cuando tenía quince años leí un libro de Turgeniev que, lamentablemente, me va a perseguir 15 años más, por lo menos.
Su argumento es este: un adolescente llega a una casa de campo, propiedad de uno de los hombres mas ricos de la región. No me acuerdo de porqué aparece ahí. Seguramente fue contratado como preceptor de los hijos del latifundista. Obviamente, el jóven viene de Moscú o de San Petersburgo. Leyó mucho, y no solamente está al tanto de la última moda, sino que también sus ideas son avanzadas. En una palabra: es un intelectual y es hermoso como Werther y entre clase y clase inocula a los jóvenes el virus de la aventura y de la revolución, un poco a la manera de los primeros capítulos de El siglo de las luces, de Carpentier, salvo que en el libro del cubano los jóvenes están solos, en cierta forma son huérfanos y los huérfanos, sabemos, están a medio paso de la aventura y de lo que sea, y en el del precursor Turgueniev los jóvenes alumnos no son huérfanos y la revolución les queda a miles de kilómetros de distancia. Por supuesto, esta lejanía a nadie le importa, y mucho menos le importa a la mayor de los hermanos rusos, una joven lindísima y muy lúcida que empieza a soñar con una vida bohemia en Paris, en compañía, claro, de su preceptor. Al principio, el joven intelectual moscovita (ponele que es moscovita) se siente no solamente complacido sino también satisfecho por el amor que demuestra su alumna, pero después, ante las perspectivas de futuro que se despliegan frente a él como cartas, empieza a dudar. Primero, duda de que el amor de la perrita sobreviva a las estrecheces cotidianas de una vida a salto de mata, aunque esa vida se desarrolle entre Paris y Venecia o entre Paris y Ginebra. Después duda de sí mismo, una cosa es predicar el cambio, otra muy diferente es intentar llevarlo a cabo. Acto seguido mide la reacción que pueda tener el padre de su alumna, que lo aprecia como preceptor y como intelectual y que no dudaría, llegado el momento, en prestarle ayuda mediante sus influyentes contactos en Moscú (o en San Petersburgo) para que nuestro héroe consiga un trabajo mucho mejor y empiece a edificar un futuro seguro, y posiblemente hasta brillante, pero de ninguna manera toleraría que su hija se case con él. Finalmente piensa en sí mismo: en lo que quería antes y en lo que tendrá si haciéndole caso a su corazón escapa con la heredera desheredada.
Hasta acá la historia es vulgar. Lamentable, pero vulgar. En líneas generales ahí está toda la novela, similar al Rojo y negro (aunque infinitamente menor). Por descontado, el jóven y hermoso intelectual opta por la seguridad y rechaza con elegantísima elocuencia a su joven enamorada, la cual, creo, se casaba con su anterior novio, un flor de pelotudo, demostrando que era o bien no tan inteligente o bien una masoquista inapelable. Pero entonces, cuando la novela está consumada y el lector espera el punto final, viene lo mejor de la novela. El joven intelectual se da cuenta de golpe de que está enamorado de la heredera. Y también se da cuenta, de golpe, de que su actitud fue vil, infame, miserable, poco hombre, mariquita. Creo (no estoy seguro) que le escribe una carta a la joven y después intenta suicidarse en los extensos jardines que rodean la casa de campo. No lo consigue y en una sola noche descubre su amor y su cobardía. Al día siguiente, sin cartas de recomendación, se va de la casa. En Moscú, reintegrado al mundo, desaparece. Nadie sabe nada más de él. Pasan treinta años. El último capítulo o los últimos párrafos describen con mucha simpatía una barricada en Paris, defendida por los pobres, por los desheredados, pero también por los aventureros y por los bohemios llegados de todos los rincones de europa. El ejército carga contra la barricada. Un viejo de pelo blanco en el que se adivinan los restos disueltos de una perdida apostura envalentona a los defensores desde lo más alto del frente de la barricada. Una bala lo derriba. Unos desconocidos o unos amigos lo llevan hasta su habitación de extranjero pobre. El viejo agoniza hablando en ruso y Turgeniev sugiere que no solamente encontró el valor sino también el puente en llamas que une a las palabras y los gestos. Hasta la última frase esperé, cuando tenía quince años, a que apareciera de golpe su antigua enamorada para acompañarlo en su muerte. Pero la enamorada no apareció jamás.
Su argumento es este: un adolescente llega a una casa de campo, propiedad de uno de los hombres mas ricos de la región. No me acuerdo de porqué aparece ahí. Seguramente fue contratado como preceptor de los hijos del latifundista. Obviamente, el jóven viene de Moscú o de San Petersburgo. Leyó mucho, y no solamente está al tanto de la última moda, sino que también sus ideas son avanzadas. En una palabra: es un intelectual y es hermoso como Werther y entre clase y clase inocula a los jóvenes el virus de la aventura y de la revolución, un poco a la manera de los primeros capítulos de El siglo de las luces, de Carpentier, salvo que en el libro del cubano los jóvenes están solos, en cierta forma son huérfanos y los huérfanos, sabemos, están a medio paso de la aventura y de lo que sea, y en el del precursor Turgueniev los jóvenes alumnos no son huérfanos y la revolución les queda a miles de kilómetros de distancia. Por supuesto, esta lejanía a nadie le importa, y mucho menos le importa a la mayor de los hermanos rusos, una joven lindísima y muy lúcida que empieza a soñar con una vida bohemia en Paris, en compañía, claro, de su preceptor. Al principio, el joven intelectual moscovita (ponele que es moscovita) se siente no solamente complacido sino también satisfecho por el amor que demuestra su alumna, pero después, ante las perspectivas de futuro que se despliegan frente a él como cartas, empieza a dudar. Primero, duda de que el amor de la perrita sobreviva a las estrecheces cotidianas de una vida a salto de mata, aunque esa vida se desarrolle entre Paris y Venecia o entre Paris y Ginebra. Después duda de sí mismo, una cosa es predicar el cambio, otra muy diferente es intentar llevarlo a cabo. Acto seguido mide la reacción que pueda tener el padre de su alumna, que lo aprecia como preceptor y como intelectual y que no dudaría, llegado el momento, en prestarle ayuda mediante sus influyentes contactos en Moscú (o en San Petersburgo) para que nuestro héroe consiga un trabajo mucho mejor y empiece a edificar un futuro seguro, y posiblemente hasta brillante, pero de ninguna manera toleraría que su hija se case con él. Finalmente piensa en sí mismo: en lo que quería antes y en lo que tendrá si haciéndole caso a su corazón escapa con la heredera desheredada.
Hasta acá la historia es vulgar. Lamentable, pero vulgar. En líneas generales ahí está toda la novela, similar al Rojo y negro (aunque infinitamente menor). Por descontado, el jóven y hermoso intelectual opta por la seguridad y rechaza con elegantísima elocuencia a su joven enamorada, la cual, creo, se casaba con su anterior novio, un flor de pelotudo, demostrando que era o bien no tan inteligente o bien una masoquista inapelable. Pero entonces, cuando la novela está consumada y el lector espera el punto final, viene lo mejor de la novela. El joven intelectual se da cuenta de golpe de que está enamorado de la heredera. Y también se da cuenta, de golpe, de que su actitud fue vil, infame, miserable, poco hombre, mariquita. Creo (no estoy seguro) que le escribe una carta a la joven y después intenta suicidarse en los extensos jardines que rodean la casa de campo. No lo consigue y en una sola noche descubre su amor y su cobardía. Al día siguiente, sin cartas de recomendación, se va de la casa. En Moscú, reintegrado al mundo, desaparece. Nadie sabe nada más de él. Pasan treinta años. El último capítulo o los últimos párrafos describen con mucha simpatía una barricada en Paris, defendida por los pobres, por los desheredados, pero también por los aventureros y por los bohemios llegados de todos los rincones de europa. El ejército carga contra la barricada. Un viejo de pelo blanco en el que se adivinan los restos disueltos de una perdida apostura envalentona a los defensores desde lo más alto del frente de la barricada. Una bala lo derriba. Unos desconocidos o unos amigos lo llevan hasta su habitación de extranjero pobre. El viejo agoniza hablando en ruso y Turgeniev sugiere que no solamente encontró el valor sino también el puente en llamas que une a las palabras y los gestos. Hasta la última frase esperé, cuando tenía quince años, a que apareciera de golpe su antigua enamorada para acompañarlo en su muerte. Pero la enamorada no apareció jamás.
Saturday, October 22, 2005
Break en un cyber porque no tengo plata para una cerveza y hasta que no pague las que debo no me van a fiar más. Los pelotudos de mis compañeros están tomando mate con bizcochos en plaza de mayo. Salgo del laburo y me voy a Retiro y viajo a votar, aunque no vote porque soy indocumentado. Los cybers sin olor son peores que los cybers con olor. Los policías se paraban firmes mientras la bandera bajaba hasta la media asta.
Friday, October 21, 2005
Sucedió: la canción Some Velvet Morning (en versión original, por supuesto) está gustándome a cada escucha un poco menos.
Tenía que pasar en algún momento.
Tenía que pasar en algún momento.
Me di cuenta de que había subido en el escalafón social cuando se me acabó el desodorante, probé con el que usaba hace un poco más de un año y dije "ajjjj por dios que feo que feo".
Lindo como un día de calor insoportable acabar dándose una ducha 75% fría, ponerse crema y usar sábanas nuevitas.
Thursday, October 20, 2005
Anoche supe lo que deben sentir las águilas cuando cazan a un hamster en el medio de la pradera.
(pero ni se hagan ilusiones, mi nulo sentido de iniciativa sigue intacto)
(pero ni se hagan ilusiones, mi nulo sentido de iniciativa sigue intacto)
Tuesday, October 18, 2005
Mucho calor, muchas duchas frías. Hasta ahora todo va siendo mucho más fácil de lo que creía. El Burguer King de Perú y Rivadavia es el cagadero oficial de los empleados de Telmex de la mañana. Yo no soy un empleado de Telmex de la mañana. Yo me doy una ducha atrás de otra atrás de otra atrás de otra y como muzzarela con fainá y cervezas dos (o hasta tres) veces por semana en las cuartetas.
Monday, October 17, 2005
Kimya Dawson II
Sometimes i'm Lion O, sometimes i'm MOOON RAAA!!!
Sometimes i'm Lion O, sometimes i'm MOOON RAAA!!!
Algunas noches parecen un insecto. Un insecto sin alas y partido a la mitad. Y muy grande, gigante, volando adentro de otro insecto, sin alas.
y, creo que sí, que si fuera otra persona nada me gustaría más que ser amigo mío
escucho esta cancion por ultima vez y me voy
Sunday, October 16, 2005
la lechuga es una garcha
fats don't cry
Kimya Dawson
Just because I don't say anything doesn't mean I don't like you
Just because I don't say anything doesn't mean I don't like you
Hace un rato caminé por Callao cantando I touch myself (no sé si con la voz o con la cabeza) desde Santa Fé hasta Córdoba. En el camino me crucé a una chica que cantaba no sé que cosa, y cantaba muy bien. Es mas lindo cantar mal.
Saturday, October 15, 2005
¿A qué desierto van los escritores que se marchan dejando una novela sin acabar del todo? ¿Cuánto te faltaba realmente para rematar 2666? Un día, hace no tanto, me dijiste que pensabas abandonarla. Yo no te creí y te pregunté por qué. Tú respondiste: Porque sé que no soy Tolstoi.
Pero déjame que te diga que ni los diarios de tu Tolstoi, morales y severos y a la vez un poco brutales, un poco como a ti te gustaban los rusos, superan la elocuencia de tus monólogos furiosos. Qué conversador caprichoso, placentero eras. Qué espirales dialécticas. Te gustaba hablar como un maldito: blasfemabas, desafiabas. Amabas la juventud o la idea de la juventud. Sabías ser primorosamente cómplice con los escritores que empezábamos. Tenías un don sagrado con los jóvenes: nos protegías sin paternalismo. Me consta que, en secreto, venerabas la bondad. Al final de tus bellas cartas cáusticas, antes de firmar Ballyear, solías insistir en que cuidara mi salud, en que hiciera el amor todo lo posible, en que valorase mi fuerza, en que amara a mis padres, en que no te hiciera caso. Como corresponsal -y bien lo sabe medio mundo- tu artesanía alcanzaba una intensidad desconcertante. Interpelado por tus palabras, aun si se trataba de alguna boutade divertida, uno sentía algo parecido a la exigencia de decir una verdad: Quítese la peluca, reza una cita de Chesterton que alguna vez usaste.
Desde luego hubo gente que te conoció mejor que yo. Tuviste amigos mucho más antiguos y cercanos. Vivíamos a cientos de kilómetros. No nos fuimos de viaje juntos, no compartimos novias, nunca escribimos un libro a medias. Y sin embargo, o por eso, necesito demorar cada momento como quien repasa un breve manuscrito incompleto. Y sin embargo, o por eso, siento como si hubiéramos coincidido en alguna parte lejos hace mucho. Me acuerdo de tu devoción por los peores poemas de Borges, de tu aversión por las estrofas clásicas, de tus diatribas contra las universidades o de esa cueva algo mohosa donde tramaste tus mejores páginas, aquella guarida donde te atrincherabas y en cuyas demacradas paredes ibas pinchando toda clase de papelitos y recortes de periódico. Recuerdo una partida de ajedrez que nos duró más de tres horas, y el rock mexicano que sonaba de fondo y que tú te encargabas de carraspear al unísono: Pero quién les ha dado el derecho para decidir/ el destino de los mexicanos... Te levantabas de tu asiento a cada rato, tocabas una guitarra imaginaria, hablabas con tu hijo o con tu esposa, me llenabas la copa sin probar ni un sorbo. Al final me ganaste. Si fuiste hipocondríaco, fue de puro inteligente: a fuerza de convertir tu salud frágil en parte de tu personaje, a fuerza de convertir el miedo en una constante broma irónica, conseguiste que ninguno de nosotros -tal vez ni siquiera tú- la tomáramos completamente en serio. Uno tiene la obligación moral de ser responsable de sus silencios, escribiste alguna vez. Vila-Matas ha dicho que la sensación que le quedaba con tu desaparición era la de una conversación interrumpida. Algo así nos ha sucedido a todos. Ahora lamento no haberte llamado, no haberte escrito más durante el último verano. Pero sé que no consentirías que emborrone esta carta disculpándome, Roberto, así que me limitaré a añadir que agradezco que hayas existido. Un fragmento del poema antes mencionado dice apenas monterrosa, temblorosamente: Nadie muere la víspera. ¿La víspera de qué? ¿Escribir morir en presente es un modo de decir nunca? ¿Nadie eras tú? ¿A quién moja la fuente civil que describías y que se te volvía fabulosa? Y ahora hazme el favor y déjate de muertes, que quedan más veranos y nos queda infinito de que hablar.
Andrés Neuman.
Pero déjame que te diga que ni los diarios de tu Tolstoi, morales y severos y a la vez un poco brutales, un poco como a ti te gustaban los rusos, superan la elocuencia de tus monólogos furiosos. Qué conversador caprichoso, placentero eras. Qué espirales dialécticas. Te gustaba hablar como un maldito: blasfemabas, desafiabas. Amabas la juventud o la idea de la juventud. Sabías ser primorosamente cómplice con los escritores que empezábamos. Tenías un don sagrado con los jóvenes: nos protegías sin paternalismo. Me consta que, en secreto, venerabas la bondad. Al final de tus bellas cartas cáusticas, antes de firmar Ballyear, solías insistir en que cuidara mi salud, en que hiciera el amor todo lo posible, en que valorase mi fuerza, en que amara a mis padres, en que no te hiciera caso. Como corresponsal -y bien lo sabe medio mundo- tu artesanía alcanzaba una intensidad desconcertante. Interpelado por tus palabras, aun si se trataba de alguna boutade divertida, uno sentía algo parecido a la exigencia de decir una verdad: Quítese la peluca, reza una cita de Chesterton que alguna vez usaste.
Desde luego hubo gente que te conoció mejor que yo. Tuviste amigos mucho más antiguos y cercanos. Vivíamos a cientos de kilómetros. No nos fuimos de viaje juntos, no compartimos novias, nunca escribimos un libro a medias. Y sin embargo, o por eso, necesito demorar cada momento como quien repasa un breve manuscrito incompleto. Y sin embargo, o por eso, siento como si hubiéramos coincidido en alguna parte lejos hace mucho. Me acuerdo de tu devoción por los peores poemas de Borges, de tu aversión por las estrofas clásicas, de tus diatribas contra las universidades o de esa cueva algo mohosa donde tramaste tus mejores páginas, aquella guarida donde te atrincherabas y en cuyas demacradas paredes ibas pinchando toda clase de papelitos y recortes de periódico. Recuerdo una partida de ajedrez que nos duró más de tres horas, y el rock mexicano que sonaba de fondo y que tú te encargabas de carraspear al unísono: Pero quién les ha dado el derecho para decidir/ el destino de los mexicanos... Te levantabas de tu asiento a cada rato, tocabas una guitarra imaginaria, hablabas con tu hijo o con tu esposa, me llenabas la copa sin probar ni un sorbo. Al final me ganaste. Si fuiste hipocondríaco, fue de puro inteligente: a fuerza de convertir tu salud frágil en parte de tu personaje, a fuerza de convertir el miedo en una constante broma irónica, conseguiste que ninguno de nosotros -tal vez ni siquiera tú- la tomáramos completamente en serio. Uno tiene la obligación moral de ser responsable de sus silencios
Andrés Neuman.
Cuando yo converso me gusta que el tiempo no nos joda, sabelo. Plegarlo y desplegarlo a mi arbitrio (no al tuyo). Hablar como hablamos los que todavía estamos vivos.
Follow, poet, follow right
to the bottom of the night.
Solamente los desesperados se hunden mientras duermen, y ultimamente no estamos desesperados. I'm starting to feel ok. ¿Te acordás de esa chica rubia que estaba enamoradísima de vos? Te juro que una noche me dijo en secreto que nos íbamos a perder de vista y no vernos durante dos años. Creo que estaba borracha, pero tuvo razón. Salvo por tu voz de machito prepúber. Después no quiso hablarme más hasta que te mudaste de ciudad.
Supongo que son cosas que no se entienden antes de la segunda botella de vino. Esa mirada que perdiste a gritos mientras te hundías en el medio del campo. Y más podrido que un perro inmóvil
o más podrido que un perro mirando la luna
pero ahora sin frío.
Borracho como mi ojo fijo en la luna,
recién ahora entiendo lo que me quisiste decir hace tres años
cuando me pegaste una piña a las tres de la mañana.
Tu puño inmóvil que se pierde en la pantalla. Envuelto en nubes o en niebla o algo por el estilo.
El cuarto nervio, como si masticara
el noveno funeral del día. Envuelto en baldozas o en cemento, desplegándose, lentísima, la imaginación. Insoportablemente libres. La ciudad cercada, la curva
entre los autos, y uno me dice no te asustes, etc., como si estuviera mordiendo algo irremediable.
Te lo resumo: la histeria y la tristeza cabían en un solo trapo.
Enero de 2002.
¿Qué estarás haciendo ahora? ¿En qué ciudad vivirás, a quién acariciarás con esa ternura caliente-fría que obligaba a abrir los ojos y abrigarse, y taparse? Todo el frío se colaba entre la ropa la humedad los cables suspendidos. Eran horas terribles. Yo quería ser un nenito y llamar a mi mamá. Pero solamente vos aparecías al final de la avenida, como rodeada por una especie de aire que me angustiaba. Freído en mi propio aceite. Sos hermosa como un atardecer cualquiera que transcurre en una era en la que todavía no existe la fotografía. Explicame qué hacer ahora, en este momento de mi vida. ¿Cuales promesas cumplo, cuales dejo de cumplir, a quién le tengo que pedir perdón cuando solamente me quedan el mareo y posteriormente el vómito?
Si dijera que te necesito no me creerías, sé que suena inverosímil y raro, pero la verdad es que te necesito. No tengo la menor idea de lo que pasa en este momento por tu cabeza, pero estoy seguro de que no nos estamos diciendo casi nada cuando hay bastante. Me estoy empezando a sentir bien, aunque la noche sea tristísima y corta. Lo mejor sería cruzarte un día cualquiera por la calle o encontrar un mail viejo que me haga entristecer un poco. O un papelito todo roto con tu letra.
Un ratón al lado del cordón de la vereda es preferible
a dos manos empotradas arriba de una mesa,
a cinco estudiantes de teatro tomando cerveza,
a la velocidad vivida como dogma,
y a la ventana que la mano
acaricia desde afuera.
El ruido de la noche. Disco baby disco when you're writing in your bed. ¿Alguna vez tuviste seis años y te viste en una carpa llena de viento en el medio del campo? Es algo que da bastante miedo. ¿Alguna vez estuviste adentro de una boca ajena
segundos antes de un beso?
Mierda congelada.
Temblando y a la mañana
pidiendo
despertar de otra manera.
CANCIÓN DEL SIDA
De compartir canutos y de tanto cojer
agarré al fantasma por los cuernos
que no viene de un día ni de otro.
Esta tristeza que calla y se entierra
de tanto correr por los martes tostados
de tanto picar - a los caballos.
una ternura un poco rota
Follow, poet, follow right
to the bottom of the night.
Solamente los desesperados se hunden mientras duermen, y ultimamente no estamos desesperados. I'm starting to feel ok. ¿Te acordás de esa chica rubia que estaba enamoradísima de vos? Te juro que una noche me dijo en secreto que nos íbamos a perder de vista y no vernos durante dos años. Creo que estaba borracha, pero tuvo razón. Salvo por tu voz de machito prepúber. Después no quiso hablarme más hasta que te mudaste de ciudad.
Supongo que son cosas que no se entienden antes de la segunda botella de vino. Esa mirada que perdiste a gritos mientras te hundías en el medio del campo. Y más podrido que un perro inmóvil
o más podrido que un perro mirando la luna
pero ahora sin frío.
Borracho como mi ojo fijo en la luna,
recién ahora entiendo lo que me quisiste decir hace tres años
cuando me pegaste una piña a las tres de la mañana.
Tu puño inmóvil que se pierde en la pantalla. Envuelto en nubes o en niebla o algo por el estilo.
El cuarto nervio, como si masticara
el noveno funeral del día. Envuelto en baldozas o en cemento, desplegándose, lentísima, la imaginación. Insoportablemente libres. La ciudad cercada, la curva
entre los autos, y uno me dice no te asustes, etc., como si estuviera mordiendo algo irremediable.
Te lo resumo: la histeria y la tristeza cabían en un solo trapo.
Enero de 2002.
¿Qué estarás haciendo ahora? ¿En qué ciudad vivirás, a quién acariciarás con esa ternura caliente-fría que obligaba a abrir los ojos y abrigarse, y taparse? Todo el frío se colaba entre la ropa la humedad los cables suspendidos. Eran horas terribles. Yo quería ser un nenito y llamar a mi mamá. Pero solamente vos aparecías al final de la avenida, como rodeada por una especie de aire que me angustiaba. Freído en mi propio aceite. Sos hermosa como un atardecer cualquiera que transcurre en una era en la que todavía no existe la fotografía. Explicame qué hacer ahora, en este momento de mi vida. ¿Cuales promesas cumplo, cuales dejo de cumplir, a quién le tengo que pedir perdón cuando solamente me quedan el mareo y posteriormente el vómito?
Si dijera que te necesito no me creerías, sé que suena inverosímil y raro, pero la verdad es que te necesito. No tengo la menor idea de lo que pasa en este momento por tu cabeza, pero estoy seguro de que no nos estamos diciendo casi nada cuando hay bastante. Me estoy empezando a sentir bien, aunque la noche sea tristísima y corta. Lo mejor sería cruzarte un día cualquiera por la calle o encontrar un mail viejo que me haga entristecer un poco. O un papelito todo roto con tu letra.
Un ratón al lado del cordón de la vereda es preferible
a dos manos empotradas arriba de una mesa,
a cinco estudiantes de teatro tomando cerveza,
a la velocidad vivida como dogma,
y a la ventana que la mano
acaricia desde afuera.
El ruido de la noche. Disco baby disco when you're writing in your bed. ¿Alguna vez tuviste seis años y te viste en una carpa llena de viento en el medio del campo? Es algo que da bastante miedo. ¿Alguna vez estuviste adentro de una boca ajena
segundos antes de un beso?
Mierda congelada.
Temblando y a la mañana
pidiendo
despertar de otra manera.
CANCIÓN DEL SIDA
De compartir canutos y de tanto cojer
agarré al fantasma por los cuernos
que no viene de un día ni de otro.
Esta tristeza que calla y se entierra
de tanto correr por los martes tostados
de tanto picar - a los caballos.
una ternura un poco rota
I know you love me but you're fuck'n crazy
Friday, October 14, 2005
"Nunca se me ocurrió pedirle sinceridad a nadie, y la falta de sinceridad en una persona me molesta tanto como su color de pelo".
Jonathan Swift (cansado de los imbéciles).
Jonathan Swift (cansado de los imbéciles).
Entro al bar y apenas entro la veo. Flaquísima, pelo castaño claro, sola, con 4 botellas de cerveza vacías (de litro, obvio), discman, anteojos lindísimos, vestida divina, leyendo algo que no llego a ver qué es. Le pregunto al dueño del bar, que es amigo, y me dice que es la primera vez que la ve. Le pregunto qué pidió. Sánguche de bondiola con queso brie. ¿Tienen queso brie? ¿porqué nunca me dijiste que tenés queso brie? Justo hoy tenemos, nunca tenemos queso brie y justo hoy tenemos. ¿Todas esas cervezas son de ella o vino con otra gente que ya se fué? Son de ella.
Mientras como leyendo a Bustos Domecq no puedo parar de mirarla, por momentos rozando lo grosero. Ella me mira. Me sonríe. Le sonrío. Después de un rato la escena se repite: le sonrío, me sonríe y posteriormente se agacha para ver qué estoy leyendo.
Juro que la culpa de todo lo que pasó después (pido la cuenta, pago y me voy sin cruzar palabra) es culpa de mi pelo. Mañana mismo, sábado a la mañana, voy a la peluquería.
Mientras como leyendo a Bustos Domecq no puedo parar de mirarla, por momentos rozando lo grosero. Ella me mira. Me sonríe. Le sonrío. Después de un rato la escena se repite: le sonrío, me sonríe y posteriormente se agacha para ver qué estoy leyendo.
Juro que la culpa de todo lo que pasó después (pido la cuenta, pago y me voy sin cruzar palabra) es culpa de mi pelo. Mañana mismo, sábado a la mañana, voy a la peluquería.
Thursday, October 13, 2005
Histeria
Manu dice:
hasta que no respondas no respiro, y si me muero es por tu culpa
Manu dice:
hasta que no respondas no respiro, y si me muero es por tu culpa
---------------------------------------------------
Y Utopía fue el veterinario,
el hombre feroz, la vieja en silla de ruedas cercada por sueños,
y los personajes de los sueños incompatibles se fueron masacrando
uno tras otro, hasta dejar un stock de pesadillas vacía.
Y Utopía fue un reflejo opaco en el interior de un vegetal.
Vitrinas, maniquís desnudos, ebrios tirándoles besos a las nubes.
Un laberinto de escaleras eléctricas por donde vagaban
unos nenes extraviados que tenían e corazón maravilloso
hasta la náusea.
¿De todo eso qué vi realmente? ¿Con qué ojos tremendos
contemplé el olor puro de aquella muchacha sencillamente
parada en la entrada de un circo? Sólo recuerdo
haber estado demasiado tiempo en un cuarto blanco leyendo novelas
policiales; casi toda mi vida mientras vos me mirabas desde
una ventana redonda, como de baño público, y
los adolescentes se reían como si acabaran de salir del desierto
con los bolsillos llenos de dinero gratis.
Dinero gratis, dinero gratis, amor gratis, un resplandor
inconcebible en la mejilla. Soñadores transformándose a sí mismos
pero incapaces de convencer a una muchacha de que la aman.
Nubes gratis y vacías, restaurantes gratis y vacíos,
automóviles fríos rumbo a las playas doradas del Pacífico,
visiones de Michelangelo para todos, ojos que se cierran
con la velocidad de la luz, y su armonía, estrépito de cisnes,
estrépito de humedad.
Comida gratis, bebida gratis, lluvias divertidas
e interminables como las novelas de Victor Hugo.
Hospitales gratis, desiertos gratis, animales gratis, deseos
de caminar sobre las manos, de ponerse una corona de espinas
eléctrica y luminosa.
Blue-jeans rayoneados de ternura, escenas de teatro
en la orilla del mar prolongadas hasta el infinito, tres años
de asco y amor, tres años de enfermedades infantiles
enmierdadas con precisión, y los duros arbolitos, pero
los duros arbolitos, mientras los duros arbolitos
como lanzas florecían.
Y gemí, y dije ya no sé qué decir, la oficina está vacía,
los submarinos explotan como fetos en las fosas del Atlántico,
alguien me acaricia el pelo y dice que ya está igual de largo
que el suyo, y yo tuerzo el cuello como un solitario cigarrillo
aplastado en la noche enorme y la miro, esperando volver a sentir
en los párpados la tibia obsidiana de los sueños, cuando en
las mañanas nos abrazábamos sin querer despertar, perdidos
en las llanuras de escamas, mientras cae nieve y el frío sonríe
desde un cenicero absolutamente limpio, y no queremos despertar,
y no sabemos qué decir: los labios partidos,
la cara blanca del invierno manchada de lipstick.
La velocidad se detiene, mira hacia todas partes, enloquece
a las fechas. Un anarquistoide muerto bajo las ramas
plateadas de un sauce. Encima de él la primavera violeta. Fuera
de ese cuadro una muchacha sueña renacimientos atroces.
Y está bien, está bien, ya púdose prender la chimenea y cerrar
puertas y ventanas. Ningún brillo va reemplazar nada.
No habrán formas de arder que completen esta nube cargada de lluvia
No habrá viento contra este resplandor acuático. Ni callejones violetas
ni suaves caderas antiguas. Ese jaleo al subir las mil escaleras
del ojo abierto: automóviles llenos de Sol estacionados
en todas las esquinas de tus venas. Una sonrisa sin
contexto, una mano crispada fuera de la foto.
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Y Utopía fue el veterinario,
el hombre feroz, la vieja en silla de ruedas cercada por sueños,
y los personajes de los sueños incompatibles se fueron masacrando
uno tras otro, hasta dejar un stock de pesadillas vacía.
Y Utopía fue un reflejo opaco en el interior de un vegetal.
Vitrinas, maniquís desnudos, ebrios tirándoles besos a las nubes.
Un laberinto de escaleras eléctricas por donde vagaban
unos nenes extraviados que tenían e corazón maravilloso
hasta la náusea.
¿De todo eso qué vi realmente? ¿Con qué ojos tremendos
contemplé el olor puro de aquella muchacha sencillamente
parada en la entrada de un circo? Sólo recuerdo
haber estado demasiado tiempo en un cuarto blanco leyendo novelas
policiales; casi toda mi vida mientras vos me mirabas desde
una ventana redonda, como de baño público, y
los adolescentes se reían como si acabaran de salir del desierto
con los bolsillos llenos de dinero gratis.
Dinero gratis, dinero gratis, amor gratis, un resplandor
inconcebible en la mejilla. Soñadores transformándose a sí mismos
pero incapaces de convencer a una muchacha de que la aman.
Nubes gratis y vacías, restaurantes gratis y vacíos,
automóviles fríos rumbo a las playas doradas del Pacífico,
visiones de Michelangelo para todos, ojos que se cierran
con la velocidad de la luz, y su armonía, estrépito de cisnes,
estrépito de humedad.
Comida gratis, bebida gratis, lluvias divertidas
e interminables como las novelas de Victor Hugo.
Hospitales gratis, desiertos gratis, animales gratis, deseos
de caminar sobre las manos, de ponerse una corona de espinas
eléctrica y luminosa.
Blue-jeans rayoneados de ternura, escenas de teatro
en la orilla del mar prolongadas hasta el infinito, tres años
de asco y amor, tres años de enfermedades infantiles
enmierdadas con precisión, y los duros arbolitos, pero
los duros arbolitos, mientras los duros arbolitos
como lanzas florecían.
Y gemí, y dije ya no sé qué decir, la oficina está vacía,
los submarinos explotan como fetos en las fosas del Atlántico,
alguien me acaricia el pelo y dice que ya está igual de largo
que el suyo, y yo tuerzo el cuello como un solitario cigarrillo
aplastado en la noche enorme y la miro, esperando volver a sentir
en los párpados la tibia obsidiana de los sueños, cuando en
las mañanas nos abrazábamos sin querer despertar, perdidos
en las llanuras de escamas, mientras cae nieve y el frío sonríe
desde un cenicero absolutamente limpio, y no queremos despertar,
y no sabemos qué decir: los labios partidos,
la cara blanca del invierno manchada de lipstick.
La velocidad se detiene, mira hacia todas partes, enloquece
a las fechas. Un anarquistoide muerto bajo las ramas
plateadas de un sauce. Encima de él la primavera violeta. Fuera
de ese cuadro una muchacha sueña renacimientos atroces.
Y está bien, está bien, ya púdose prender la chimenea y cerrar
puertas y ventanas. Ningún brillo va reemplazar nada.
No habrán formas de arder que completen esta nube cargada de lluvia
No habrá viento contra este resplandor acuático. Ni callejones violetas
ni suaves caderas antiguas. Ese jaleo al subir las mil escaleras
del ojo abierto: automóviles llenos de Sol estacionados
en todas las esquinas de tus venas. Una sonrisa sin
contexto, una mano crispada fuera de la foto.
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Nobel para Pinter! Nobel para Pinter! Vamos al obelisco! Tiremos papelitos!
Wednesday, October 12, 2005
Tristísimo, ponele. Daltónico y diestro. No como lácteos. Estoy en el cyber al que vine todas las noches del año pasado escuchando la música que escuchaba el año pasado (Moldy Peaches, Coco Rosie). Almorcé un sánguche de jamón crudo con queso cremoso y no tomé muchas cervezas durante el día. A la noche fui a tomar gin tonics con G. a un barcito de Palermo que a él le gusta y a mí me parece horrible. Después me vine a este cyber y escucho música desde hace 3 horas. Debería salir a caminar. Debería acostarme temprano para mañana a la mañana llevar la ropa a lavar y de ahí a la peluquería.
Tuesday, October 11, 2005
Otra vez la historia de siempre. Salgo del laburo, como algo y voy a un after office nocturno con T. Por Dios, qué hice de ese chico tan simpático que fui. Rodeado de minitas imbéciles que trabajan en microcentro, total tomo un trago largo y me olvido de todo. En mi casa me hago una milanesa a la napolitana que queda riquísima, arvejas, jamón, queso, tomate y pimienta. Lo de siempre, cocino solo, la como escuchando a Jolie Holland y me quedo dormido con la luz y la música prendidas. Y otra vez me despierto a las 2 de la mañana angustiadísimo, pensando "por Dios, qué hago durmiendo, qué linda noche". Cierro los ojos, trato de dormir, trato de leer pero ya estoy transpirando como loco, tomo agua, me doy una ducha fría, me masturbo una, dos, cinco veces, sin estar caliente, solamente para ver si asi se me cierran los ojos y se me cierra el resto. No way. Miro cada video de acá y empiezo a tramitar mi viaje a ny. Miro mi casilla de mails, leo blogs.
Monday, October 10, 2005
if strangers meet
life begins-
not poor not rich
(only aware)
kind neither
nor cruel
(only complete)
i not not you
not possible;
only truthful
-truthfully, once
if strangers (who
deep our most are
selves)touch:
forever
(and so to dark)
l(a
le
af
fa
ll
s)
one
l
iness
life begins-
not poor not rich
(only aware)
kind neither
nor cruel
(only complete)
i not not you
not possible;
only truthful
-truthfully, once
if strangers (who
deep our most are
selves)touch:
forever
(and so to dark)
l(a
le
af
fa
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s)
one
l
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P dice:
sabés cocinar?
Manu dice:
muy bien
Manu dice:
es mi primer estrategia de conquista
Manu dice:
la segunda es una poronga asi de grande
P dice:
asegurate de no hacerlo al revés y mostrar la poronga antes
P dice:
bueno, depende qué clase de chica sea
Manu dice:
una vez me cociné la poronga y fue un amor perdido
P dice:
si sabés cocinar cocinate algo para nosotros, qué tanto!
Manu dice:
siempre digo de invitarlos y cocinar algo
Manu dice:
pero viven lejos y eso
P dice:
pero evitá lo de la poronga
Manu dice:
ah, no, si les cocino se bancan la poronga
P dice:
y bueno, si cocinaste rico supongo que vamos a entenderlo
sabés cocinar?
Manu dice:
muy bien
Manu dice:
es mi primer estrategia de conquista
Manu dice:
la segunda es una poronga asi de grande
P dice:
asegurate de no hacerlo al revés y mostrar la poronga antes
P dice:
bueno, depende qué clase de chica sea
Manu dice:
una vez me cociné la poronga y fue un amor perdido
P dice:
si sabés cocinar cocinate algo para nosotros, qué tanto!
Manu dice:
siempre digo de invitarlos y cocinar algo
Manu dice:
pero viven lejos y eso
P dice:
pero evitá lo de la poronga
Manu dice:
ah, no, si les cocino se bancan la poronga
P dice:
y bueno, si cocinaste rico supongo que vamos a entenderlo
Haciendo click en el botón de arriba a la derecha, el que dice "next blog", llegué a tan glorioso sitio:
http://pantiespantiespanties.blogspot.com/
(y descubrí la palabra gorgonzola)
http://pantiespantiespanties.blogspot.com/
(y descubrí la palabra gorgonzola)
Manu parte hacia Godoy Cruz y Honduras. El taxi para justo adelante de B, que está en un cantero leyendo un libro de Saer. Está divina, como siempre. Hablamos mucho, me da consejos de mina (es la mejor para dar consejos sentimentales, aunque no sepa como hacerse cargo de sus asuntos), le doy consejos de tipo, le prometo conseguir una lesbiana para su menage a trois con el novio, me cuenta sobre como se hace el cavado y me muestra lo bien que le quedó, omitiendo mis súplicas (¡No lo hagas, por Dios, no lo hagas!). Vamos a un bar a tomar gin tonics, margaritas y caipirinhas a granel. Vamos a otro bar en el que cumple 18 años una amiga de una amiga de B. Me pone triste pensar que tengo apenas un año más que esa horda de histeria, y bastantes años menos que todos los babosos que entraron al bar tras escuchar grititos de juventud. Alguien se la trata de levantar a B, asi que ella me pregunta "te puedo dar un beso asi hacemos como si fuéramos novios y no me molestan?". El resto de la velada transcurre así. Es como darle un beso a mi hermano, dice. Le digo "tengo que tomar algo más para estar acá", asi que vamos al lugar donde los tequilas salen $3 y me tomo 4 o 5. Intento emborracharme, mas no lo consigo. B vomita dos segundos en un árbol, nada grave. Volvemos a la fiesta de juventud. Sigo angustiado. Digo: "Llamemos a Michelle". Llamamos a Michelle y nos tomamos un taxi hasta su pensión. De ahí, otro taxi hasta un after transformista en el Abasto. Se le compran drogas a una travesti en el baño. Todos me excluyen por paqui. Maldigo el día en que nací heterosexual. (Pero no en la oscuridad, no cuando estoy solo -porque la heterosexualidad es por definición solitaria-, i sing it and i celebrate it). B me dice "igual sos mi amigo puto". Antes me había dicho "vos sabés que yo te amo, no?". Salimos del after y el sol de las 11 de la mañana es raro, como cuando uno sale del cine. Ella se toma un taxi. Me despierto a las 18:34Hs y saco $300 del cajero para pagar el alquiler y la luz mañana a la mañana. Noto que tengo mucha menos plata de la que creía: olvídate de ir a comprar ropa, olvida tus nuevas zapatillas, tu discman, tu cámara de fotos y la cantidad de libros que tenías pensada.
Tengo melancolía post coito, y ni siquiera cojí.
Tengo melancolía post coito, y ni siquiera cojí.
los dealers me piden perdon
Mis felicitaciones a quien escribió esta maravilla del periodismo.
Saturday, October 08, 2005
kinski
solo quiero que me amen
solo quiero que me amen
Thursday, October 06, 2005
¿Vieron como se llama el alcalde de NY?
Tuesday, October 04, 2005
Los pendejos entrevistados en esta nota no saben nada.
Hay que maltratar al cliente. Hacerle entender que es un idiota comparado conmigo. De otro modo es imposible que crea que tengo razón.
Hay que maltratar al cliente. Hacerle entender que es un idiota comparado conmigo. De otro modo es imposible que crea que tengo razón.
Monday, October 03, 2005
ponele que todos tenemos lo que merecemos
Tristecito. Llegué a mi casa y estaba mi roomie haciendo ruidos con una guitarra eléctrica que se compró pero no sabe tocar. La luz estaba bajita, una lámpara tapada con una sábana y el cielo clarísimo de Avenida Córdoba entrando por la ventana. Le pregunté si no fue al laburo y me dijo que renunció. Estaba hecho pelota, pero eso no me lo dijo. Sí me dijo que tiene hambre y fuimos a comprar empanadas y cervezas. Manu invita. Las empanadas estaban riquísimas, las cervezas no. La novia lo llamó y cuando cortó me dijo: "todavía no sabe que renuncié". Después, de golpe, dijo "me tomo el palo", y se fue, no sabía a donde. Me quedé escuchando el cuarto disco de la Velvet, cosa que no hacía desde mis sweet sixteen. Yo merezco una súper novia que me acueste y me tape con frazadas a la noche y me de un beso en la frente, pero la verdad que no quiero a nadie. Después salí a caminar. Todo es hermoso y triste, incluso los huesos y las manchas. No tengo ganas de caminar ni de dormir.
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